Hoy por hoy, en donde casi todas las escuelas del país están pasando por el proceso de acreditación, me he detenido un poco a reflexionar lo que consigo trae aparejado aquel proceso, y me he dado cuenta que poco se habla sobre la idoneidad de un abogado para ejercer la labor de docencia.
Creo que para realizar dicha tarea, no sólo se requiere que el profesional tenga conocimientos precisos y actualizados en el área que enseña, o que tenga tales o cuales cursos de Postgrado; se necesita mucho más para ser un Profesor de Derecho.
En mis años de estudio he tenido de todo tipo de profesores, aquellos que repiten doctrinas ajenas; que recitan la ley cual grabadora en Play; los que han resumido los mejores manuales de las materias y te las entregan como si fuera el GRAN aporte a la cátedra; y aquellos que, además de entregarte conocimientos, han sido personas que me han dejado un agradable recuerdo y a quienes, aún pasado los años, les guardo un gran respeto y aprecio. Lo bueno de todo, es que ellos han sido los más y no los menos como pude temer en algún momento.
Reconoceré en este instante, que no soy una alumna modelo; siempre he creído que quien está enfrente enseñando, está ahí porque nació antes y no porque posea cualidades excepcionales para dictar una cátedra, y que es labor de ellos demostrarme que sí poseen dichas cualidades y que tienen mucho que enseñarme, además de unos cuantos conocimientos seguramente ya plasmados en algún libro.
Cuando entré a estudiar derecho, sin más referente que un valor de justicia enseñado por mis padres, un ideal de justicia como institución plasmado en unas cuantas películas gringas, y sin otro concepto de la abogacía sino el de ser una carrera liberal y tradicional al mismo tiempo, decidí ingresar a mi casa de estudios, la Universidad Central de Chile, aún en contra de mi Padre que obstinadamente quería matricularme en la Universidad de Chile; preferí valores como la Pluralidad, el Respeto, la Diversidad, y la seguridad que me inspiraba el continuo prestigio ganado con el trabajo de muchos años, al que consideré un prestigio otorgado sólo por los años, y que en ésas fechas, venía decayendo por las tomas y paros estudiantiles.
Entré por primera vez a esa escuela y no tenía ni la menor idea de qué era lo que estaba haciendo, asustada a decir basta!, asistí a mis primeras clases. Ahí tuve contacto con una rica gama de alumnos de diversas clases socioeconómicas y pensamientos políticos. Y así como diferencias habían en los alumnos, notorias diferencias encontré en mis Docentes.
Había de todo, la típica profesora que creía que éramos unos ‘pollitos’ a los que nos iba a ayudar y educar como si fuéramos sus hijos, hasta el profe medio loco que compartía de igual a igual con nosotros.
Entremedio, obviamente, estaban a los que el día de hoy recuerdo con gran aprecio. Aquellos que con su sola presencia inspiraban respeto, pero no miedo; esos que no temían ni por un segundo reconocer no manejar todo lo que les preguntáramos, sin embargo, comprometiéndose a averiguar y explicárnoslo en clases posteriores.
Jamás voy a olvidar a aquellos profesores que creían en las capacidades de uno, que te tendían una mano cuando te caías. Esos profesores que entendían que las capacidades de sus alumnos son distintas, y que no nacimos todos para ejercer la misma área del derecho.
Como es habitual en mi, me enamoré de un área que a pocos, por no decir que a nadie gusta. El Derecho Comercial y Económico son mis grandes pasiones; no hay otros ramos que me hagan sentir que ésta es MI carrera. Y afortunadamente, uno de mis profesores en esos ramos, es de aquellos a los cuales les tengo un infinito respeto y admiración, no sólo por el profesional que es, sus méritos como abogado y su desempeño en el ejercicio de la profesión; sino que por la calidad humana que él posee, aquel hombre a pesar de ser muy exigente, quizás uno de los más exigentes, y también un poco odioso, hay que reconocerlo, jamás dudo en dar una oportunidad a quien la pidiera, y nunca olvidó que su ramo NO era el único, y que no todos entienden el mundo de las empresas. Él respetó siempre la responsabilidad de sus alumnos, y la constancia continuamente fue premiada.
Hoy tengo el honor de que sea mi Profesor Guía en mi Memoria de Grado, y percibo como su ejemplo profesional y personal han dejado una marca importante en mí, puesto que, sin darme cuenta, en las veces que me caía durante mis años de estudios, habitualmente recurría a su ejemplo para salir adelante. Veo como algunos compañeros tienen a sus profesores por los que sienten una gran admiración y aprecio; definitivamente de estos profesores hay de todas las áreas y colores políticos, pues no tiene que ver con eso, si con calidad humana.
Pero yo me pregunto, ¿tendrán ellos conciencia del influjo que ejercen sobre sus alumnos? ¿Entenderán que la labor de docencia que desarrollan, fuera de entregar numerosos conocimientos y herramientas para que los novatos en estas áreas podamos desenvolvernos en un mundo que a veces nos es muy ajeno, se ejerce sobre la base de un ejemplo personal que proyectan sobre sus alumnos?.
Probablemente muchos no tengan claro lo que significa ser un Profesor, quizás por ello muchos académicos decepcionan a sus alumnos y cometen algunos descriterios reprochables. Quizás me equivoco, y sean los más, y no los menos, quienes hacen de la docencia parte de sus vidas, y entienden que en estos procesos, pueden dañar a más de alguno, como también servir de guía para más de alguna oveja descarriada.
Yo no conocía abogados antes de entrar a estudiar Derecho, y me era muy difícil entender el idioma que en esa escuela se hablaba, y muchas veces, cuando la crisis vocacional amenazaba con hacerme abdicar, tuve de ejemplo a un profesor, que sirvió de guía, pilar y ancla para salir adelante, creo que, de no ser por él, no habría decidido terminar mi carrera, y no tendría la concepción del Derecho y de su ejercicio tal cual la tengo hoy en día.
Definitivamente, siento que para ejercer esta profesión se necesita tener una humildad a prueba de balas, y si pretendes enseñar el derecho, tener una generosidad y calidad personal intachable. Aunque eso es como para hacer cualquier cosa en la vida en realidad.
Debo reconocer que me gusta la docencia, me gusta compartir mis conocimientos, que aunque aún son muy pocos, espero algún día tener la posibilidad de dedicar parte de mi vida a esta noble actividad, como lo es el contribuir a formar profesionales. Para ello el camino es largo, y siguiendo el ejemplo que tengo, hay que estudiar mucho y ser una persona preparada, hay que aprender a ser humilde y generoso, para algún día poder enseñar a alguien, algo más de lo que ya está escrito en algún libro; pues trabajaremos en ello.
Por mi parte, cuando ya queda tan poco para obtener mi título, debo dar las gracias a quienes han tenido esa calidad personal y profesional intachable y a ‘prueba de balas’; y en especial a ese profesor, don Francisco Pfeffer U., quien se convirtió, sin siquiera él saberlo, en un ejemplo en todos estos años de estudio, a él mis infinitas gracias y mi profunda admiración.
P.D.: ¿cuántos profesores podrán decir de ellos lo mismo?